El equilibrio entre la calidad educativa, entendida como un VALOR de nuestra sociedad y la viabilidad financiera requiere de mucha creatividad, alianzas, unión entre todos los miembros de la comunidad educativa y una gestión con visión a largo plazo.
¿Es posible educar con compromiso social y hacerlo sostenible en el tiempo?
Las escuelas que educan en valores, desde un enfoque de derechos e inclusión, desempeñan un papel crucial en la construcción de una sociedad más justa. La búsqueda de su EXCELENCIA ACADÉMICA, aúna dos dimensiones fundamentales de la educación: el rendimiento académico de calidad y la formación integral del alumnado en principios éticos y humanos. No solo se trata de obtener buenas calificaciones con buenos contenidos sino también y lo que es más importante, de formar personas competentes, responsables, con conciencia crítica, solidarias y comprometidas con el bien común. Una educación que no solo prepare para el trabajo, sino también para la convivencia en un mundo plural
Sin embargo, estos centros educativos suelen enfrentarse a un desafío muchas veces silencioso pero constante: la sostenibilidad económica.
Mantener la innovación educativa como valor diferencial supone un gran esfuerzo económico, un aumento proporcional de los recursos humanos, un aumento de costes por la implantación de programas de integración, por la adaptación de materiales, espacios, apoyos adicionales y una mayor inversión.
¿Cómo mantener entonces una educación transformadora cuando los recursos escasean o cuando el objetivo de garantizar el acceso igualitario a la educación choca con la realidad de presupuestos limitados, subvenciones inestables y/o falta de apoyo institucional?
Es aquí donde los centros con este enfoque social encuentran su gran desafío y deben encontrar el camino hacia una sostenibilidad coherente con su misión. Algunas estrategias claves incluyen:
- Diversificar sus fuentes de ingresos, buscar convenios y alianzas con empresas de responsabilidad social.
- Hacer una gestión ética, transparente y participativa donde la comunidad educativa esté informada de las decisiones importantes. Esto fortalece la relación y la confianza que se traduce también en un apoyo económico.
- Hacer una optimización de sus recursos sin sacrificar sus principios porque, reducir gastos no implica ir en contra de su misión principal.
- Dar visibilidad al proyecto y al gran impacto social del centro porque, comunicar lo que se hace y cómo se hace es una forma de atraer apoyo institucional, comunitario y financiero.
- Y no se puede olvidar la formación en gestión sostenible para todo el equipo directivo y docente. No basta con tener vocación social; también se necesita liderazgo técnico para tomar decisiones económicas responsables y estratégicas.
Sostenibilidad con sentido y con un objetivo común
Nos resistimos a pensar que la sostenibilidad económica pueda estar reñida con la misión social. Un centro educativo que trabaja por la inclusión, los valores humanos, la justicia social y la diversidad, necesita herramientas, recursos y apoyos que le permitan sostenerse en el tiempo sin renunciar a sus valores. Hay que entrelazar la sostenibilidad con una educación innovadora. Lograrlo no es solo una cuestión de presupuesto: es una apuesta colectiva por una educación que transforma, que incluye, que resiste y sobre todo que persiste en el tiempo.
Cristina Martínez de la Torre, Dirección Departamento Financiero